A lo lejos suena la sirena de un camión de bomberos, aunque también podría ser la de una ambulancia o incluso la de un coche de policía: Esmeralda nunca se ha preocupado en distinguir entre los sonidos estridentes con que la ciudad araña a veces los ventanales de su piso, y hoy desde luego no tiene el cuerpo ni el ánimo para empezar a hacerlo. Poco a poco, el sonido de la sirena se desangra en pos de su urgencia y la estancia vuelve a sumirse en el insoportable silencio en que lleva instalada desde anoche.
Junto a Esmeralda, sobre el cojín izquierdo del sofá granate de tres plazas que preside el salón comedor, descansa la carta.
A lo lejos suena la sirena de un camión de bomberos, aunque también podría ser la de una ambulancia o incluso la de un coche de policía: Esmeralda nunca se ha preocupado en distinguir entre los sonidos estridentes con que la ciudad araña a veces los ventanales de su piso, y hoy desde luego no tiene el cuerpo ni el ánimo para empezar a hacerlo. Poco a poco, el sonido de la sirena se desangra en pos de su urgencia y la estancia vuelve a sumirse en el insoportable silencio en que lleva instalada desde anoche.
Junto a Esmeralda, sobre el cojín izquierdo del sofá granate de tres plazas que preside el salón comedor, de sido evidentes de no haberlo amado tanto.
Junto a Esmeralda, sobre el cojín izquierdo del sofá granate de tres plazas que preside el salón comedor, de sido evidentes de no haberlo amado tanto.
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